[...] La busqué con las manos y ella rodó hacia mí con soltura, colocó sus piernas sobre las mías y dejó reposar la cabeza sobre mi pecho.
- Encajamos perfectamente - dijo ella, y mientras le besaba el cabello, sentí cómo las lágrimas acudían inexplicablemente a mis ojos. Yo sabía, porque había estado del otro lado, que llorar después de hacerlo puede ser una mala señal. Así que cerré los ojos y esperé que ella no alzara la vista. Pareció darse cuenta, pero en lugar de interrogarme, apretó sus labios contra mi pecho, y después de un minuto dijo:
- ¿Estás bien?
- Sólo estoy un poco más enamorado de lo que creía - dije, sorprendiéndonos a los dos. Primero las lágrimas y ahora esto.
Ella hizo un gesto de comprensión y me volvió a besar de una forma que me hizo temblar.
- No dejes que eso te asuste.
- Sólo si tú tampoco lo haces.
Me miró con una amplia sonrisa. [...]
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Suspiros olvidados