[... ]Teníamos las narices a tan poca distancia que pensé que con un leve movimiento podíamos rozarlas. Pero lo más impresionante eran los ojos.
Mis ojos, los suyos.
Mis ojos en los de él. Sus ojos tenían mi cara dentro.
"Te quiero", me dijo.
Y me dio un beso.
Me rozó los labios. Y lo único que sentí fue una cosquilla en la panza. [...]
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Suspiros olvidados