[...] Llegó a destino y se bajó, mareado, y
seguía sabiendo que ella continuaría oliendo a sí misma en su memoria,
deambulando desnuda por la región nochera de sus sueños:
que ella sería, que será, una cicatriz que a veces hace cosquillas y a veces late y a veces arde y a veces duele. Y sintió la necesidad de volver y por lo menos decir:
"Nunca, nada." Por lo menos decir:
"Como esto, nunca, nada." [...]
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Suspiros olvidados