sábado, 22 de marzo de 2014
Capítulo 2
Demasiado tarde, siempre, porque aunque hiciéramos tantas veces el
amor la felicidad tenía que ser otra cosa, algo quizá más triste que esta paz
y este placer, un aire como de unicornio o isla, una caída interminable en la
inmovilidad. La Maga no sabía que mis besos eran como ojos que empezaban a
abrirse más allá de ella, y que yo andaba como salido, volcado en otra figura
del mundo, piloto vertiginoso en una proa negra que cortaba el agua del
tiempo y la negaba.
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Suspiros olvidados