domingo, 6 de abril de 2014
Te quería como el que se rasca la herida o se arranca las costras. Como aquel que no sabe hasta cuándo va a ser sano perpetuar la adicción a tu boca. Como aquel atardecer tan bonito que hace llorar, o como ese no puedo más pero voy a seguir, por si acaso. Por si al final vale la pena intentarlo, aunque las segundas partes nunca fueron buenas, y mucho menos las terceras, en las que ya a veces me olvido de qué era lo que me ataba a ti. La soledad, recuerdo. Y si el mundo gira tan rápido, nunca dejes que lo haga lo suficiente como para dejarnos atrás. Cualquier lugar me parece un andén sacado del contexto de esperarte. Seremos esa necesidad de que alguien nos necesite. De que alguien nos lo necesite todo, incluso esos defectos que seguimos manteniendo por si algún día son lo único que tenemos. Estaremos jugando demasiado mal, o violentamente, a dedicarle demasiada importancia a los domingos. Ojalá entendieses que hay tormentas que no calan, pero que hacen temblar. Que hay falsas esperanzas que siguen manteniéndonos vivos. Si ya por saber sólo sé las lecciones que nunca me enseñaron tus labios. Y ese mantener el equilibrio mientras corro por la delgada linea que separa el tocar fondo de sentirme libre. Qué desastre más bonito el no saber qué hacer mañana, si sobrevivir o esperar a que tu ausencia me de la extremaunción.
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Suspiros olvidados