sábado, 27 de noviembre de 2010

Era una mujer de brazos fuertes y expresión juguetona,
tenía una risa clara y contagiosa que supo soltar siempre
en el momento adecuado.
NADiE LA ViÓ LLORAR JAMÁS.
A veces le dolía el aire y la tierra que pisaba,
el sol del amanecer, la cuenca de los ojos.
Le dolía como un vértigo el recuerdo,
y como la peor amenaza, el futuro.

Despertaba a medianoche con la certidumbre de que se
partiría en dos
, segura de que el dolor se la comería de golpe.
Pero apenas había luz para todos,
ella se levantaba, se ponía la risa,
se acomodaba el brillo en las pestañas,
y salía a encontrar a los demás como si los pesares la hicieran flotar.
Nadie se atrevió a compadecerla nunca.
Era tan extravagante su FORTALEZA, que la gente empezó a buscarla para pedirle ayuda.
¿Cuál era su secreto?
¿Quién amparaba sus aflicciones?
¿De dónde sacaba el talento que la mantenía erguida frente a las peores desgracias?
Hay muchas maneras de dividir a los seres humanos.
Yo los divido en los que se arrugan para arriba y los que se arrugan para abajo,
y quiero pertenecer a los primeros.
Quiero que mi cara de vieja no sea triste,
quiero tener las arrugas de la risa y llevármelas conmigo
al otro mundo.
Quién sabe lo que habrá que enfrentar allá...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Suspiros olvidados