Estamos en un mundo
lleno de contradicciones. Sobre todo
el mundo femenino: Nos queremos
levantar a un mujeriego, para
transformarlo en un sensible y dedicado hombre de familia. Repetimos incansablemente que
solamente necesitamos comprensión, estabilidad y amor, pero
sentimos repulsión por un hombre bueno que nos manifieste frontalmente toda su devoción. Ponernos
furiosas cuando
un hombre insiste porque es un pesado, y
perder la cordura cuando deja de insistir.
Dejar a un novio porque ya no lo soportamos, pero
que nos vuelva a gustar cuando por fin encuentra a otra.
Si tenés rulos te hacés el alisado, pero
si tenés el pelo lacio te hacés la permanente,
teñirlo de rubio si es oscuro y teñirlo de oscuro si es rubio.
Creerle al hijo de puta de siempre después de jurar que nunca más le vas a volver a creer.
Dirigir una empresa de doscientos empleados, un país de cuarenta millones de habitantes, una familia de catorce miembros, pero
llamar a tu mamá cuando tenés dos líneas de fiebre.
Preguntar si estás gorda para que te digan que estás flaca. Cuando estamos en una cita,
insistir en pagar la mitad y no volver a verlo si acepta la oferta. Pero sin lugar a dudas, creo que
la mayor contradicción es sentirnos mal por tener sexo.