lunes, 28 de diciembre de 2009

Amar y envejecer *.

Ya no me encuentro preguntando sobre amor, por fin no hay nada que pretenda no saber. Entiendo que no hay relación entre amar y envejecer. Ya no me encuentro preguntando cómo dar, por fin comparto, por el miedo de perder, el milagro de tus caricias llegando el amanecer. Ya no me encuentro contestando un “yo que sé?; por fin entiendo que en tus redes yo caí. Ya no me encuentro preguntándome “por qué?; por fin entiendo de una vez el porque sí. Porque te vi, te dejé entrar, cerré la puerta y te elegí. Porque esos dos faroles pueden hacer que si estoy fané, las pequeñas cosas se bañen del brillo de esa ternura que transmitís cuando me mirás. (...)
Tirando a matar, dándonos changüí, puro razonar, puro frenesí, siempre fue así nuestra historia, que funcione o no, que esté bien o mal, vivirlo con vos para mi es la gloria. Sin escatimar, sin darnos de más, sin acelerar, sin tirar pa’ atrás. Siempre fue así nuestro asunto; le falta de acá, le sobra de allá, retocándolo, pero siempre juntos. Ya no le temo a ese cagón que habita en mi, ni a sus ataques tontos de furia precoz; distingo excusa y resultado, y ahora elijo estar con vos. Ya no me encuentro figurando en el veraz, por fin no debo más que lo que va a venir; pago los precios de tenerte, darte amor y ser felíz. (...)
Porque me es imposible de imaginar agonía más cruel, más aterradora que mi canto y tu danza alejándose; Uno arriba del tren y otro en la estación. En los momentos en que quiero escapar, de mi propia piel, vos sos mi doctor; con mi panza y tu panza rozándose no hay poeta que no haga una canción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Suspiros olvidados